Todos los amantes del judo conocen a las grandes estrellas de la competición: Teddy Riner, Kelmendi u Ono, levantan pasiones allá donde van, llenan pabellones y copan las portadas de las principales revistas del mundo del judo. También son muchos los que practican nuestro deporte como mera diversión y, además, es una de las actividades extraescolares más concurridas dentro de los colegios.

Pero el judo es mucho más que eso. Un ejemplo de ello es el proyecto que están llevando a cabo en el Centro Penitenciario de Madrid VII Estremera con la ayuda de algunas de nuestras judokas (como Lucía Mora o Irene Guisado): El judo como método de reinserción en la cárcel.

Contra el tabaquismo y la autolesión

Dos son los cursos que lleva a cabo un equipo formado por un educador, una psicóloga, una abogada y voluntarios de diferentes ámbitos: Curso contra el tabaquismo y curso de prevención de suicidios.

En cuanto al tabaco, muchos presos comienzan a fumar cuando entran en la cárcel debido a la presión y el estrés, por tanto, las actividades están enfocadas a explicarles los efectos que tiene el humo en su organismo, enseñarles métodos para dejar de fumar como la hipnosis, etc.

Sin embargo, los cursos de prevención de suicidios son más delicados. Las dinámicas se realizan con los reclusos que acompañan a los que están en riesgo de suicidio, ya que son los que están 24 horas con ellos. Se les explica el sentido de la vida, las razones que pueden llevar a una persona a querer autolesionarse, y también a que no les afecte lo que hagan sus compañeros.

Judo como ejemplo

Cuando los condenados entran en la cárcel, muchos están acostumbrados a no respetar ninguna orden, y el judo es el complemento perfecto para hacerles entender que hay cosas que tienen que respetar. Entrar al tatami pidiendo permiso, guardar respeto al maestro y a sus compañeros, etc. Además, sirve para hacer entender a los presos que todo es posible con un objetivo que cumplir, de todo se sale.

Lucía Mora, abogada participante en el proyecto y judoka del club Judo Fontenebro nos cuenta que “las lesiones en judo son muy difíciles de superar, y utilizamos este ejemplo para enseñarles cómo salir de situaciones difíciles. Siempre vas a tener momentos malos en la vida, y sin duda estar en la cárcel lo es, pero hay que levantarse. Las excusas no valen cuando hay un objetivo que cumplir”.

Y a los reclusos, hartos de la monotonía carcelera, les encanta ver y disfrutar el judo. Los primeros días se va utilizando el deporte para ejemplificar problemáticas diarias de sus vidas, como la soledad. En judo sin el apoyo de tu equipo y compañeros no eres nadie, tienes que dejarte ayudar. Lo mismo pasa en la cárcel, tienes muchas personas que te pueden ayudar, como el psicólogo o los monitores.

Cuando ya han entendido el sentido del judo, el último día, entran al tatami, se enfundan el judogi, y disfrutan de una hora de master class: caídas, técnicas de pie, de suelo, luxaciones, etc. Aprenden que todo era cierto y no un cuento para entretenerse. A través del judo, ven que la vida es dura, pero que hay que superarse. Es una lección de superación.

Esto nos sirve para entender que nuestro deporte es muy bonito y no solo por los increíbles ippones de las grandes competiciones como los Juegos Olímpicos, sino también por proyectos como este que humanizan el judo y nos demuestran que, a través de él, se puede ayudar a las personas y tender puentes entre ellas.

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